Nos dice Punset:
Hace poco tuve la oportunidad –superado el cansancio de las catorce horas de vuelo desde Madrid a Puebla, a unas dos horas al sur del Distrito Federal, la capital de México– de conversar sobre el desamor con un público compuesto en gran parte de jóvenes.
Es curioso; en el público figuraba un porcentaje apreciable de jóvenes de habla inglesa. Los organizadores no sabían muy bien si pedirnos a los ponentes que diéramos la conferencia en inglés o en español, a pesar de contar con un buen sistema de traducción simultánea. En el caso del desamor no hubo ninguna duda: nadie sabía la verdadera traducción al inglés de la palabra “desamor”, bien conocida por el público latino; se diría que el resto del mundo evita hablar tanto del desamor como del suicidio.
Hay palabras, como “desamor” o “suicidio”, que no conviene recordar. Un porcentaje muy elevado de familiares de personas que se suicidaron no hace nunca ninguna referencia al modo elegido para terminar con la vida del familiar afectado. Así y todo del suicidio empezamos a saber alguna cosa, como la progresiva familiaridad del suicida potencial con el mundo de la violencia. Del desamor, en cambio, apenas se sabe nada. Por eso es bueno empezar recordando que –en una perspectiva algo más geológica del tiempo de lo que es habitual– la irrupción del desamor no tiene por qué ser siempre el anuncio de una mala nueva. En realidad, en la mitad de los casos, la finalización de un amor equivocado abre la perspectiva nada despreciable de no tener que sufrir durante otros treinta años o más la convivencia con alguien que no te quería o había agotado su capacidad de amar. No todo son pérdidas y sufrimiento acumulado en lo referente a este tema.
Como una llama que llega a su fin, en alugunas parejas la capacidad de amar expira (imagen: Jan Gr / Flickr).
¿Cuál es esa ayuda? Sencillamente, cambiar de entorno, de costumbres, de idioma si es preciso, de universo. Lo último que se debe hacer es continuar asomando la cabeza en los bares de siempre, seguir comprando el mismo periódico que antes se leía con la pareja o ir a los mismos cines o a ver idénticos escaparates que antaño.
Lo que la ciencia nos está descubriendo es que frente al desamor es imprescindible desaprender; una competencia de la que nunca se nos habló en la escuela o en la familia: el desaprendizaje. Lo importante siempre fue aprender y aprender; aunque fueran tonterías. Pero me gustaría saber a cuántos de mis lectores se les enseñó a desaprender. ¿Cuántos han conseguido por sus propios medios desaprender algo que no convenía, en absoluto, conservar en la memoria?
También es cierto que no hay mal que por bien no venga. Los individuos y países que más veces y más intensamente deben soportar las tristezas y el desamparo del desamor son también, obviamente, aquellos individuos y países con mayor capacidad emocional para amar. Solo puede producirse el desamor donde hubo antes mucho amor.
Era lógico que, en el auditorio de Puebla, los ciudadanos de un país como México estuvieran particularmente interesados en el desamor; eran ciudadanos de un país donde el amor y la pasión estaban por encima del promedio.
Enlace al articulo: Blog de Eduard Punset » Apenas sabemos algo del desamor
Saludos ;)
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